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misionerasdelaluz75@gmail.com

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Aspirantado

La joven aspirante experimenta la forma de vida propia del Instituto, sigue un proceso de formación que promueve su madurez humana, cristiana, comunitaria y vocacional.  El camino de la aspirante debe ser evaluado para comprobar la autenticad de su vocación  y de su idoneidad personal.

En esta etapa la joven empieza a conocer que le pide Dios, conoce nuestro instituto y se prepara de manera integral, para decidir.

Generalmente esta etapa tiene una duración de tres meses a un año.

Postulantado

Antes de la admisión al noviciado, las candidatas a formar parte de nuestro instituto, experimentan la vida religiosa. Esta etapa tiene por objeto permitir formar un  juicio sobre la aptitud y vocación de la candidata; comprobar el nivel de instrucción religiosa y en caso necesario completarla en la medida conveniente y por último, hacer gradualmente la transición de su vida secular a la propia del instituto. Se trabaja la parte humana como principal objetivo, sin descuidar la parte espiritual.

La tarea formativa en esta etapa implica educar que significa, en esta fase llevar a la hermana al conocimiento de sí misma y a la aceptación del otro

La duración  de esta etapa es de dos años.

Noviciado

En esta etapa se comienza la vida de nuestro instituto, tiene como finalidad que las novicias conozcan mejor la vocación divina, particularmente la llamada que Dios les hace formar parte de nuestro instituto y prueben nuestro modo de vida religiosa, conformen mente y corazón, con el espíritu de nuestro instituto.

El noviciado es un tiempo de iniciación integral en el seguimiento de Cristo Salvador y Victima, según nuestro carisma, en orden a la incorporación a nuestro Instituto, mediante la profesión religiosa.

 Esta etapa tiene una duración de dos años

Juniorado

Después de la primera profesión, las hermanas recibirán una esmerada formación para que vivan  con mayor plenitud la vida propia de nuestro instituto y cumplan mejor su misión. Atendiendo, pues a las necesidades de la Iglesia  y a las circunstancias de las personas y de los tiempos, tal como exigen el carácter y el fin de nuestro instituto. La formación es sistemática, acomodada a la capacidad espiritual y apostólica, doctrinal y a la vez práctica de la hermana. Por que de su preparación espiritual, intelectual, moral y social, depende el futuro de su apostolado, la fuerza eclesial del instituto y una más perfecta convivencia en la comunidad.

Clarifica y profundiza su carisma personal dentro del proyecto histórico de la Congregación.

Formación Integral

Todo el itinerario formativo nos prepara a vivir  en todo momento la total donación de nosotras mismas haciendo del seguimiento de Cristo, Salvador y Victima nuestra regla suprema.

Nuestra formación pretende promover el crecimiento integral de la persona humana para que pueda desarrollarse armónicamente en la vida, de tal modo, que pueda asumir nuestro Carisma.  

Nuestra formación integral, (humana, espiritual, carismática y apostólica) y cualificada reaviva continuamente nuestra motivación fundamental.

  • La formación humana nos permite afrontar con madurez las exigencias propias de la vocación. Por lo que cada una de nosotras está llamada a realizarse plenamente como persona y lograr la armonía con lo que nos rodea. Por nuestra formación humana debemos de estar en condiciones de aprovechar y utilizar durante toda nuestra vida cada oportunidad que se nos presente  y de adaptarnos a un mundo en permanente cambio (Checa, 1985). Para alcanzar la verdadera madurez es indispensable crecer en las cuarto áreas de la comunicación: la relación consigo mismo, con las personas, con el universo y con Dios Por lo tanto, relacionarse, entrar en contacto, comunicarse y comprenderse con otros, es condición de vida y realización. Somos felices cuando nos relacionamos convenientemente.
  • La formación  espiritual es el fundamento que sostiene toda nuestra vida  consagrada ya que desarrolla la vida interior. Es una condición indispensable para nuestra  felicidad y para la fecundidad  espiritual. El deseo de felicidad está inscrito en el corazón de cada de nosotras. Sólo si tenemos una vida espiritual intensa seremos capaces de dar frutos en la propia vida y en el apostolado.
  • La formación carismática es la unión y configuración con Cristo Salvador y Víctima, es un proceso que nos lleva a contemplar a Cristo y a imitarlo dejándonos penetrar por su Espíritu, hasta que ya no seamos nosotros mismas sino que sea Cristo el que viva en nosotras (Gal. 2.20) este proceso inicia con la experiencia gratuita de la llamada vocacional de Dios, nos introduce en la comunión con los otros convocados, y a recorrer el camino ascético a través de las características, los votos de castidad, pobreza y obediencia y virtudes propias del carisma de nuestro instituto, que nos prepara para la misión.  
  • La formación apostólica nos impulsa en el anhelo  ardiente por la salvación de la humanidad, un anhelo alimentado incesantemente en el trato íntimo y personal con Cristo Salvador y Víctima; ahí, en el Sagrario, se aprende a amar como Él; con Él aprenderemos a valorar a cada una de las almas, viendo a Jesucristo en la Cruz debemos pensar en el alto precio pagado por cada una de ellas. Él nos mostrará su sed de almas, el amor ardiente por cada una. Es importante que en la formación apostólica, la hermana sepa entender la dimensión apostólica como algo esencial y constitutivo, componente natural y consecuencia inevitable de su ser como consagrada. Ella es por vocación una misionera y  debe aprender a ver toda su vida y su persona en función de la misión. Si vive una concreta experiencia de Dios, si es convocada para compartirla en comunidad y recorrer un camino ascético que le de sentido de pertenencia y reafirme su identidad es para dar una respuesta: su misión apostólica.

Formación Continua

La formación continua permanente es una exigencia intrínseca de la consagración religiosa. El proceso formativo no se reduce a la fase inicial, puesto que por la limitación humana, la persona consagrada no podrá jamás suponer que ha completado la gestación de aquel hombre nuevo que experimenta dentro de sí, ni de poseer en cada circunstancia de la vida de los mismos sentimientos de Cristo. La formación inicial, por tanto, debe engarzarse con la formación  continua, creando en el sujeto la disponibilidad para dejarse formar cada uno de los días de su vida. Ninguna fase de la vida puede ser considerada tan segura y tan fervorosa como para excluir toda oportunidad de ser asistida y poder de este modo tener mayores garantías de perseverancia en la fidelidad, ni existe edad alguna en al que se pueda actuar por concluida la completa madurez de la persona. (vita consecrata 69)

El tiempo en que vivimos impone una reflexión general acerca de la formación de las personas consagradas, ya no limitada a un periodo de la vida y no sólo para que sean capaces de insertarse a una realidad que cambia con un ritmo muchas veces frenético, sino también  por que es la misma vida consagrada la que exige por su misma naturaleza una disponibilidad constante en quienes son llamadas a ella. (Caminar desde Cristo 15).

Por tanto, la formación continua es imprescindible para toda Misionera Hija de la Madre Santísima de la Luz, quien como mujer consagrada está llamada a un proceso de crecimiento humano, espiritual y misionero. Esta formación nos hace tomar mayor conciencia de la realidad actual del mundo, de la Iglesia y el Instituto, y nos impulsa a responder a los desafíos de la evangelización y la catequesis.

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