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Pbro. Juan Pablo Góngora Alvarado

Comienza la primavera de 1894, los pájaros afanosos preparan sus nidos, las mariposas multicolores revolotean por las calles y los montes, las flores silvestres sonríen, mientras el astro luminoso esparce sus rayos dando vigor a los árboles, calentado los hogares, rejuveneciendo a los ancianos y fortaleciendo a los niños.

Son las once de la mañana del día 22 de marzo de 1894, cuando en una humilde casa del pueblo de Chapab de las flores, del Estado y Obispado de Yucatán, se oye el llanto de un niño recién nacido; es el séptimo hijo de Don Juan Góngora y Dña. Gregoria Alvarado Salazar. El 05 de abril, a los trece días de haber nacido para el mundo, el niño nace para la gracia de Dios, recibiendo solemnemente el Bautismo en la Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol. De manera providencial recibe su educación con los Hermanos Maristas, cuando se empieza a formar el grupo para la primera comunión entre ellos están él y su hermano Irineo, recibe el Sacramento de la comunión el 19 de marzo de 1903, dos días antes de que cumpliera 9 años de edad. Fue ordenado Sacerdote el 19 de diciembre de 1925, por el Excmo. Sr. Don Martín Tristchler y Córdova en la Santa Iglesia Catedral de Mérida Yucatán a los 31 años de edad. A fines de marzo de 1936, es enviado a misiones en la Parroquia de Tizimín la cual abarca muchos pueblos, abandonados por la falta de carreteras y por ser muy extensa la jurisdicción de dicha Parroquia atendida por un solo sacerdote, anciano y enfermo, en dichas misiones puede constatar que hay pueblos que hace 32 años no llega un Sacerdote.  La Palabra de Dios no podía llegar a las personas precisamente porque eran muy pocos sacerdotes.  Un dolor profundo se clava en su alma, no sabe qué hacer para remediar esa urgente necesidad.  Esta experiencia misionera tiene una importancia sin precedente en la vida de nuestro padre fundador y de nuestro Instituto, porque en aquella ocasión, el Espíritu Santo deposita en su alma la semilla de un carisma para la Iglesia.

Madre Amparo Micaela Barrera Ortiz

Nuestra Cofundadora, ella encarna el carisma y lo vive con la primera comunidad

En el pueblo de Hecelchakán perteneciente al estado de Campeche, el día 25 de febrero del año de 1829 nace una agraciada niña, hija de Don Juan Barrera y Doña. Eduviges Ortiz, Recibe el Sacramento del Bautismo veintidós días después, el 22 de marzo.

Su formación religiosa la recibe progresivamente, principalmente de su madre y del catecismo parroquial, donde se le prepara para recibir los sacramentos de la Confirmación, de la Reconciliación, y de la Sagrada Eucaristía.

La virtud de la sencillez es la que coordina todas las virtudes, es limpia y transparente como el agua, es por eso que en lo íntimo de su alma la capta la acción del Espíritu Santo quien la invita a participar en la salvación de las almas.

Es una Mujer sencilla, humilde, con la sonrisa a flor de labios, llena de fortaleza ante las dificultades que se le presentan, con una gran fe y esperanza, caritativa, sabe correr riesgos, rompe las barreras que ella encuentra a su paso.

Cuando ingresa a nuestro Instituto es consciente que en aquel entonces que no existía comunidad religiosa, pero está segura, apoyándose en la gracia de Dios y abandonándose en lo profundo de su amor misericordioso, que va a existir, que pronto nacerá.  También sabe que les espera muchos sufrimientos, pero no está sola Jesús y María Santísima están con ella y con el Padre Juan Pablo, el fundador y con las primeras madres.

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